Lo que no se puede hacer jamás: teología del cuerpo y actos intrínsecamente malos
La obra de Paul Claudel El zapato de raso inicia con la [...]
La obra de Paul Claudel El zapato de raso inicia con la [...]
“¿Por qué he de ser moral?” Es una pregunta desafiante, que contiene una cierta violencia interior como una bofetada moral. No es sino manifestación del fuerte rechazo que algunos sienten ante cualquier imposición que se imponga desde fuera. A pesar de la brusquedad que comunica, despierta un eco interior: si la formulamos no se escucha como una cuestión ilusoria, por el contrario, para algunos ésta parece la primera pregunta a responder cuando una persona se sitúa en el ámbito moral. Se trata de una cuestión inquietante, porque suena desmedidamente provocativa porque toca un fundamento vital. Cuando Alasdair MacIntyre presentaba la “hipótesis inquietante” de una moral que ha perdido el valor de los términos que utiliza, era consciente del panorama de tantos hombres desorientados que a pesar de una buena preparación sufren enormemente en la tarea de construir una vida. Aparece la necesidad sentida de saber asumir la realidad de una grandeza que acompaña a las acciones humanas y que es esencial para que el hombre pueda crecer y dar sentido a su existencia. La lucidez de MacIntyre ha sido entender que la posición real de la experiencia moral en todo hombre es la de ser una luz interna de las acciones que permite hacer de la vida un camino hacia la felicidad como plenitud. Este descubrimiento, que ilumina mucho mejor las condiciones actuales de la existencia de tantas personas requiere la reformulación de la pregunta inicial podría con un nuevo significado: “¿por qué las virtudes?”
La acción salvadora de Cristo por el don de sí en la Cruz manifiesta el poder del amor verdadero, capaz de vencer al pecado y regenerar al pecador. La salvación nos introduce en la lógica de la misericordia ... La misericordia, inseparablemente unida al don del amor, nos revela que la finalidad de la vida humana no se encuentra en sí misma, sino en la recepción de un don, que es preciso recibir más y más plenamente en las acciones humanas, para que alcance su forma completa y definitiva.
La teología de San Juan Pablo II y de Benedicto [...]