Navidad: Jesús salva la carne que el Creador modeló en el principio
“El Verbo se hizo carne” (Jn 1,14). “Lo envolvió en pañales, [...]
“El Verbo se hizo carne” (Jn 1,14). “Lo envolvió en pañales, [...]
La obra de Paul Claudel El zapato de raso inicia con la [...]
La Cuaresma, además de regalarnos una palabra sobre el cuerpo, nos invita a emprender un camino juntos para que el cuerpo se exprese. Pues el cuerpo habla a través de sus deseos, sus acciones, sus vínculos. Y por eso necesita de esas prácticas comunitarias en que los deseos, acciones, y vínculos, se orienten hacia la plenitud última del hombre: la unión con Dios. Lejos de negar la carne, las prácticas cuaresmales de oración, ayuno y limosna quieren enseñarnos de nuevo el lenguaje del cuerpo, capaz de abrir nuestras vidas hacia el misterio.
Podríamos decir que atravesamos hoy una época de post-identidad, caracterizada por la superación de las categorías propiamente personales en la definición de nuestra propia identidad humana, especialmente en lo que se refiere a la corporeidad y a la sexuación. La magnitud de lo que está en juego me ha llevado a preguntarme por dónde comenzar, qué vías, qué caminos apuntó en su momento Juan Pablo II para recorrer esta «crisis» actual, es decir, este momento decisivo que atravesamos, en una cuestión de capital importancia, como es la identidad humana y la diferencia sexual. Me voy a detener a considerar algunas de esas vías, y en concreto me voy a referir a cuatro: 1. La vía de la experiencia del cuerpo y de la diferencia sexual. 2. La vía de la propia interioridad. 3. Reconstruir la unidad originaria varón-mujer 4. La vía de la mujer y de la maternidad.
El artículo presenta la persona y obra de Cristo como clave de unidad entre la verdad y el amor, tan divididos en nuestra época. Explora para ello la noción evangélica de verdad, siguiendo sobre todo el Evangelio según san Juan. La verdad aparece vinculada a la vida en carne de Jesús, y su culmen se nos da en la Eucaristía, donde se contiene el misterio pascual. El nexo entre verdad y cuerpo resulta decisivo: el cuerpo es el espacio desde donde nos abrimos al conocimiento del Creador y de los hermanos y, por tanto, el cuerpo es el espacio donde se manifiesta la verdad. Desde esta conexión entre verdad y cuerpo se entiende que la verdad que trae Jesús (y que Él mismo es) consiste en la verdad del amor.
Papa Francisco ha puesto en evidencia el tema de la paternidad al re-proponer la figura de San José. Confrontar a San José con la tragedia de la paternidad actual puede ayudarnos a entender qué padre es el que estamos esperando: esperamos a un padre que no tenga miedo a acoger a su hijo, a darle nombre, a abrirle a la realidad, a crecer con él, a acompañarle para que llegue a ser padre de sí mismo y de otros. Ese padre vive una paternidad “simbólica”, es más que padre: permite en el hijo la alianza con la alteridad, uniendo origen y destino. Esperamos a un padre que retorne como memoria de un origen bueno, cargado de esperanza.