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  • La expresión “sentimiento maravilloso” se encuentra en el número 1 del texto básico de la Academia Pontificia para la Vida publicado en 2022 con el título Etica teologica della vita. El documento incluye varios ejemplos de experiencias de alegría para proponer una ética de la vida. Pero ¿de qué tipo de alegría y de vida estamos hablando? Si evidentemente es legítimo experimentar la alegría también a través de los sentimientos, la alegría cristiana no puede reducirse a un sentimiento. ¿Cómo puede ser la alegría un criterio para desarrollar una ética de la vida?

    En primer lugar, retomaremos las nociones de “vida” y “alegría” en una perspectiva teológica y bíblica, para después extraer algunos criterios de discernimiento también en relación con algunas cuestiones abordadas en el documento de la Pontificia Academia para la Vida.

  • Me resulta inolvidable aquella primera conferencia suya en el Pontificio Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia, cuando nos ilustró la originalidad del modo oriental de pensar frente a los claros y nítidos silogismos del razonamiento de Occidente. Quien era entonces un joven profesor de Cracovia propuso la metáfora del vuelo de un águila, que traza círculos concéntricos en el cielo cada vez más cercanos a su presa, círculos que le permiten verla desde puntos de vista continuamente nuevos. El conocimiento de la vida no puede consistir en una definición de conceptos que pretenden abarcar un objeto - dijo - sino en una relación personal de comunión. La verdad es un acontecimiento que sucede y sorprende, que no se repite nunca de igual manera, sino en el que se ahonda siempre, y por eso exige la disponibilidad para una peregrinación continua, la humildad de una búsqueda orante y la apertura a la comunión con los demás.

  • La Cuaresma, además de regalarnos una palabra sobre el cuerpo, nos invita a emprender un camino juntos para que el cuerpo se exprese. Pues el cuerpo habla a través de sus deseos, sus acciones, sus vínculos. Y por eso necesita de esas prácticas comunitarias en que los deseos, acciones, y vínculos, se orienten hacia la plenitud última del hombre: la unión con Dios. Lejos de negar la carne, las prácticas cuaresmales de oración, ayuno y limosna quieren enseñarnos de nuevo el lenguaje del cuerpo, capaz de abrir nuestras vidas hacia el misterio.